lunes, 29 de junio de 2009

Hoyuelos en las mejillas



Hoyuelos en las mejillas
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Aún recuerdo ese día como si fuese ayer, te quitarían las vendas de tus ojos y yo, entre ansiosa y dudosa me comía las uñas, muchas veces había visto escenas de películas o de telenovelas, donde una persona a la que habían operado de la vista le quitaban los vendajes y en todas esas escenas había habido un final feliz. ¿Sería este la excepción?

Habían pasado ya algunos años durante mi adolescencia que tú empezaste a perder la vista y ya tenías cinco años sin ver. Recuerdo que siempre teníamos que mantener las cosas en un mismo lugar porque si las cambiábamos tu podías tropezarte, siempre querías que te leyera, ¡ay ¡ ¿cómo olvidar que mantenías tu interés en esos libros semanales de la novela Gabriel y Gabriela de Yolanda Vargas Dulché?, esperaba cada viernes para ir a comprar ese librito y nos manteníamos interesadas en la trama, recuerdo como gozaste después escuchar la novela en televisión que vimos mucho tiempo después diferida y hasta nos sabíamos cual sería el capítulo siguiente. Te leí varios libros, pero el que nos quedó muy marcado fue el de Un Capitan de quince años de Julio Verne. Cada tarde esperabas ansiosa que nos fuésemos debajo de aquel álamo y tu recostada en la hamaca y yo sentada en una silla, te leía saboreando ambas una taza de café recién colado. Recuerdo que gracias a ese libro le pusiste Dingo a aquel perro que nos regalaron y que tenía un pelaje como pradera amarilla, en honor al perro que aparece en esa historia.

Como te recuerdo madre mía, en ese episodio, tan valiente tú, siempre mostrándote fuerte ante la adversidad, en esos ires y venires ante doctores, hospitales y curanderos que no te devolvían la vista, decían que tu mal era incurable. Pero si acaso tú sabías de un nuevo doctor o de alguna persona que podría curarte aunque no fuese profesionista allá íbamos, las ganas de creer, las ganas de confiar, las ganas de volver a mirar, eran las que te mantenían entusiasta. Fueron años de luchas, de sinsabores, de esperanzas y desilusiones, mas tú ahí estabas tratando de salir adelante, haciendo tus labores del hogar con dedicación y esmero, con amor a tus hijos (nosotros), con devoción a tu compañero de vida.

Aprendiste a caminar entre las plantas y tus flores, me preguntabas: ¿cómo está ahora mi payasito? refiriéndote a aquel rosal de colores, luego tus árboles frutales, tocando los botones ya casi florecidos y próximos a convertirse en frutos, con una certeza plena me decías: tal día ya podremos comer membrillo, o durazno, o granada, según fuese el árbol de tu atención.

Tus otros sentidos se agudizaron: el del tacto, el del sabor, el del olfato y el del oído; me decías que al no ver podías identificar por medio de los pasos, por medio de la voz o por medio de los olores a una persona. Con el tacto podías saber la forma que tenían las cosas o darte una idea muy aproximada de ellas.

Aún sin luz en tus ojos tuve que irme de tu lado, tú me motivaste para que emprendiese el vuelo y buscara mis sueños, pero siempre volvía a tu lado, siempre trataba de no permanecer mucho sin verte, sentía que debía estar contigo y muchas veces me sentí egoísta por buscar mi futuro en otra ciudad y no atenderte como la única hija mujer que tenías, más de nuevo tú, volvías a motivarme y que nunca dejara mis metas de estudio y superación.

Viene a mi mente aquella ocasión cuando fuimos a Hermosillo, Sonora, para ver a un Doctor que nos habían recomendado, un oftalmólogo muy eminente, me dá dolor recordar ese episodio porque te hizo llorar, ya que podría haber sido un gran doctor pero de humano no tenía nada. Después de hacerte una revisión rápida, con las manos oliendo a cigarro y los lentes empañados y sucios, te dijo tajante: ¨señora ya no ande perdiendo tiempo, usted no tiene remedio, nunca volverá a ver y no tiene caso que la siga revisando porque tengo muchos pacientes mas esperando¨, recuerdo tu carita consternada, impotente, desilusionada, transida de dolor, me pediste que nos fuésemos de ahí y entonces, te dejé sentada en aquella inmensa sala de espera y me regresé con ese doctor y le dije: ¨Usted podrá ser muy buen doctor pero no tiene trato humanitario, usted no tenía que haber dicho eso a mi madre y espero que Dios nos haga el milagro y ella algún día volverá a ver¨. Pasó mucho tiempo de ello, porque tú perdiste todas tus esperanzas y ya no quisiste volver a andar en citas médicas ni hospitales, pues siempre volvían a tu mente esas palabras crueles que te había dicho ese doctor.

En una de mis vacaciones en nuestro pueblo, dos años después de ese incidente, siendo navidad recuerdo que te enfermaste de gripe y tos, tuvo que ir una doctora a la casa para atenderte y ahora yo considero a esa doctora un ángel en nuestras vidas, porque inmediatamente se dio cuenta que tú no mirabas y te empezó a hacer preguntas sobre tu ceguera, haciéndote que miraras hacia la luz de la habitación y pasando una mano sobre ella, te preguntaba si notabas algún movimiento, tu asentías diciendo que lo sentías así como cuando uno cierra los ojos y a través del párpado aprecias la luz y los movimientos de cosas. Luego ese ángel nos concentró a mí y a mis hermanos que también estaban de vacaciones en mi pueblo, nos pidió que te llevásemos a la siguiente semana a su consultorio porque ella pensaba que tu podías volver a ver. Ella nos consiguió el pase con el especialista de la vista.

Y heme aquí estaba en ese consultorio esperando ahora que te quitasen los vendajes. ¡ Que decir de todo lo que tuvimos que pasar para lograr que te hicieran la operación!, teníamos tantas carencias económicas y a pesar, que tenías seguridad social médica, sólo te cubrían al especialista y el hospital, más no así el lente intraocular que necesitabas. ¡Que contar de las actividades y colectas que tuvimos que hacer para lograr todo eso!, no me importó madre mía andar de casa en casa pidiendo centavo a centavo, peso a peso, para juntar el precio requerido. No me importó faltar a la Universidad unos meses y que me mandaran a exámenes extraordinarios, ¡tú necesitabas de mí en esos momentos!, no me importó las críticas ni los momentos de tensión ante lo incierto. No me importó dormir en el suelo cerca de tu cama de hospital para estar contigo en esos días mezclados de temores y esperanzas, como no me importó estar seis horas ante la sala de espera pendiente de tu salida del quirófano, ni los días posteriores con tus vendajes y cuidados extremos, ahora estaba yo en esa sala de un consultorio en Nogales, Sonora, del reconocido Oftalmólogo Arturo Loustaunau que desde un principio en la primer consulta derrochó toda la ternura en tí, el buen trato y el sentido humanitario que todo doctor debería tener.

Estaba Yo y mi padre Salvador esperando, el había venido para estar con nosotras en ese momento único. ¿Qué pasaría? Fueron los instantes mas eternos que he sufrido en mi vida, tenía temor que no volvieras a ver, pero al momento la fe en Dios estaba presente, tanto había yo rezado en la sala de espera del hospital, ahí sola tuve mucho tiempo para pensar y pedir, para meditar y volverme por una vez en mi vida más consciente del poder de Dios. Y ahí estaba yo ahora, temerosa, con las lágrimas a punto de salir, y el doctor poco a poco te fue quitando uno a uno tus vendajes... entonces apareció tu ojo operado (después se programaría operar el otro), y te quedaste intrigada viendo hacia el techo, tu recostada en un sillón. La pregunta anhelada: ¿mira usted algo Anita? Y tú, abrías mas el ojo tratando de ver y musitaste que no. Sentí como un hoyo se abría en mis pies, sentí como una especie de desmayo, de ganas de llorar ante la desilusión. Entonces el doctor poniendo diversas graduaciones de lentes sobre tu cabeza empezó a preguntarte de nuevo: ¿mira usted algo ahora? Y entonces oí que dijiste: ¨Si, lo miro a usted doctor¨.-
- Dígame ¿qué ve usted?
- Miro que usted tiene canas y tiene bigote ¡Qué palabras más bellas!, justamente así era el doctor Arturo, pero yo pensaba que estaba soñando y que no era realidad eso que oía, luego el doctor me dice que me acerque y le pregunta a mi madre:
- Mire quien esta aquí,¿la conoce?
- Si, - contestó mi madre- ¡es mi hija!
- Dígame como anda vestida
- Trae una blusa verde
- Muy bien Anita y ¿qué mas?
- Ahora he vuelto a ver su sonrisa y ¡los hoyitos de sus mejillas que tiene desde que era mi bebita!¨

Ahí no pude más y solté el llanto, habías vuelto a ver madrecita y eso era el mejor regalo que tuve en mucho tiempo. Salimos con las recomendaciones médicas de ese consultorio ya sin vendajes, sin nada que te tapara tu carita, por esas calles largas de Nogales, y tú... como niña que recién empieza a leer, ibas leyendo cada letrero de anuncios y nombres de calles, del brazo mío y de mi padre. Pasamos aquella cuadra con piso rojo y tú mirabas y mirabas hacia el suelo y decías: es rojo, el piso es rojo. Mirabas al cielo y te quedabas maravillada con ese azul que decías era el más bonito que habías visto en mucho tiempo.

Cuando llegamos a nuestro Santa Ana hubo muchas visitas de los amigos, vecinos y familiares, todos querían verte y constatar que habías recuperado la vista, llegaban felices y fue un desfilar día y noche, haciendo muchas tazas de café y la plática consabida, casi me daban ganas de grabar la historia para poner la grabación, porque al nuevo visitante tenías que contarle todo desde un principio aunque hacia media hora ya lo habías contado al anterior; pero se notaba el buen deseo de las personas y el gusto entrañable que se sentía en cada una de ellas. La parte humorística la puso Doña Cleotilde, una vecina de voz muy chillona, llegó al tercer día de estar ahí en nuestro pueblo y muy emocionada te agarró de las manos, acercó su rostro muy cerquita al tuyo e insistía en que le dijeras quien era ella... y tú contestándole quien era, ella toda feliz decía : ¨ayyy si ve, doña Anita si ve, ¡ya me conoció! ¨ ; Y en cuanto ella se fue, tú, muerta de la risa lo contabas: ¨¡Pues aunque no hubiera visto, con la pura voz la conozco a doña Coti!¨

¿Sabes Madre? Muchas veces pensé en ir con aquel doctor de Hermosillo y llevarte, decirle que íbamos otra vez a consulta con él y cuando volviera a decirte que no tenías remedio, entonces que tú le dijeras todo lo que había en su consultorio y que por favor lavara los lentes sucios que portaba para que no anduviera haciendo diagnósticos erróneos, me imaginaba su rostro enjuto y sorprendido y nosotras riéndonos a carcajadas saliendo de su consultorio muy campantes!

Que episodios con tu vida madre, todos han sido llenos de fortaleza, templanza, decisión y aceptación. Decías que no importaba que no pudieran operarte el otro ojo, que dabas gracias a Dios y a la Virgen por haberte permitido volver a ver los colores del mundo, los rostros de las personas, tus plantas y tus flores, volver a leer ahora sí con tu vista, los libros que yo ya te había leído y me decías: ¨Esto es para ver si no pusiste algún episodio de tu cosecha¨; pero sobre todo volver a ver a tu familia, a mi padre y a nosotros tus hijos.

Evocar tus bellos ojos cafés, reflejarme en tu mirada, sentir tus besos dulces en mi cara, es un tierno recuerdo. Me agarrabas el rostro con tus suaves manos y con el dedo índice y el pulgar de tu mano derecha, los hundías uno a cada lado de mi boca y musitabas: ¨ ¡ Valió la pena todo, con tal de volver a ver los hoyuelos de tus mejillas!, esos hoyitos que yo te hice con mis manos desde que tenías tu piel tiernita de bebé¨.


Vicky E.Durán

Agosto 2008

sábado, 20 de junio de 2009

Mi padre de crianza... ¡ mi verdadero padre !



Mi padre de crianza... ¡ mi verdadero padre !
Hombre rudo
Hombre de campo
Hombre parco al hablar
Hombre con el sol a cuestas
Hombre de temple
con el sabor silvestre,
con rostro curtido, moreno reluciente,
ojos vivaces,
con manos de bronce,
manos ásperas
fuertes... cual roble.

Enfundado en traje mezclilla,
inconfundibles camisas a cuadros,
las botas de piel,
cinturón de cuero a la medida,
en la cabeza el eterno sombrero,
siempre orgulloso vaquero.
Diestro en la naturaleza,
La lluvia
El arado
La siembra
La cosecha,
leche bronca de las vacas o las chivas,
derramando en tus manos,
¿ cuántos becerros vinieron a esta vida
y tú fuiste el primero en tocarlos?

Airoso en córcel indomable
montado a puro pelo,
haciendo saber quien era el amo,
doblegabas al instante,
cabalgatas en las tardes
en el pinto o en el zaino
o en ese potro antes salvaje.
Me pregunto cuántas veredas creaste,
cuantos caminos, cuantas piedras,
cuanta maleza tu pisaste,
cuántos árboles conocían tu presencia
y si la tierra casi desértica aún reclama
esas semillas que con tus manos le sembraste,
daciéndola fértil, haciéndola bella,
y esas tantas veces que con el arado la horadaste,
las caricias que le diste, cuando la cosecha levantaste,
pasando ramas sobre ella, dándole masaje.

Y aquel San Isidro
que dominaba en el mezquite a medio rancho,
el santo de la cosecha en el que siempre confiaste,
¡ vaya milagro ¡ en pleno árbol florecieron dos cactus...
Y tú... orgulloso lo pregonabas a quien quería escucharte,
a gente extraña, a los del pueblo o a los amigos de siempre,
o a Peter o Bettina, nuestros vecinos americanos,
a los que siempre tu amistad brindaste,
a Don Ernesto y Doña Julia, mexicanos con residencia legal,
en el Rancho de Celaya tras la línea fronteriza
que no dividía el cariño fraternal que les entregaste.

La mazorca en aquella troje
el frijol sobre la manta saliendo a palos,
las sandías roja grana,
las calabacitas tiernas al sartén,
la cebolla, el tomate,
el trigo, la cebada y las papas,
¿ que quieren comer hoy mis muchachos?
un pollo, un puerco, un conejo... una vaca?
¿ un caldito de tortuga o carne de caballo?
hoy he cazado un venado... ¿ lo quieren acaso?
codorniz, perdiz ¡ a su mesa! O ¿ quieren un pato?
 ¿Quieren agua fresca?
hay de limón, de pamita o de naranja,
de cebada o de horchata,
¿ un atole pâl empacho? Tengo de tapiro, de maíz,
de pechita o de harina o ¿ quieren champurrado?
díganle a su madre ¡ que lo vaya calentando!

Las tortillas ya casi están,
son las sábanas sonorenses que al hombro dan,
se estiran poco a poco desde las manos,
todo el brazo cruzan, luego se avientan al comal,
frijolitos de la olla con sus chilitos asados,
o los quieren maneaditos con queso asadero?
papas fritas y cebollitas con sal,
el café de talega con su ración de dulce pan,
todo un conjunto innigualable,
La tarde en Sonora... ¡ sobremesa familiar!
de postre un cubierto de biznaga o de calabaza,
dulce de membrillo o duraznos en almíbar,
un jamoncillo o arroz con leche, pasas, canela y azúcar.

Y ahora que casi llegamos al final,
los grandes tómense un bacanora,
para el desempanse que nos haga gozar...
el tiempo ha cambiado, se avecina tempestad,
la lluvia ya viene, se acerca el temporal,
aquellas nubes lejanas... aquí pronto estarán,
guarezcánse mis niños, metan la leña a la casa,
la estufa nos debe calentar...
Tú, muchacha suata... ¡ ayúdale a tu mamá!
¡ Destiende la ropa del tendedero !
¡ anda corre ¡, que el polvo ya llega y tras él... ¡el aguacero!
la lluvia rápido camina, lo persigue, lo alcanza...
y tú no querrás mañana lavar los trapos,
quitarles el lodo, quitarle la mugre, dejarlos ¡ blancos!,
Anda ve, no seas mula y haz caso.

Y ustedes muchachos corran,
tapen los conejos, las gallinas, los patos,
no dejen abiertas las trancas, ni las vacas afuera,
a los caballos pónganles un lazo,
cobijen los becerritos, cubran a los chivos
¡ metan a la casa a los gatos!
suelten a los perros, que busquen refugio,
¡ traigan dentro las jaulas con los pájaros!
tapen los espejos, no toquen el metal,
no se asomen por la puerta
ni miren por el ventanal,
la naturaleza es violenta, impredecible,
rayos y centellas no se hacen esperar,
sólo silbidos de vientos por la tarde
seguidos por la luz y estrepitoso sonar,
ensordecen por instantes,
una chiquilla quiere llorar...

El viento azota con fuerza la casita de adobe,
el techo amenaza con saltar,
mi madre nos arropa, nos tapa la cabeza,
¨no anden descalzos¨musita: ¡ póngamonos a rezar!
así pasan varias horas, titiritando de miedo y frío,
Yy se escuchan ambos ríos el agua llevar,
rancho entre dos afluentes, milpa de temporal,
yo agazapada casi sin aliento,
mis hermanos los valientes sentados a mi lado
un gran abrazo me dan.

Cuando las lágrimas en mis ojos
pugnan por salir, cuando quiero sollozar,
descubro algo que en mi mente quedará...
veo la figura de mi padre de crianza,
que se dibuja en la esquina, ya en penumbras,
con un cigarrillo prendido, el rostro pensativo,
dominante, fuerte, seguro de sí mismo,
dice con voz varonil: ¨la tormenta ya ha pasado,
vayamos a ver a los animales, cuantos destrozos hay,
si los ríos van crecidos y amenazan inundar¨
¡ prendan ya la lámpara!
¡ pongan el café a calentar!
¡ vamos muchachos revisemos el rancho!
Tú, mujer y la chamaca preparen las camas,
porque debemos descansar,
mañana será un día largo,
y ¡debemos madrugar!
Mis ojos inocentes, reparan en su férrea presencia,
siento su amparo, su dominio, su entrega de Padre
el que me cría como fiera a sus cachorros
el que eligió como compañero mi madre,
la paz vuelve a mí, sólo seis años en mi haber,
tres años le conozco ya y no lo había notado,
entiendo la divina protección
que Dios me ha regalado,
a falta del padre de sangre, mi padre de crianza
hombre a su familia siempre entregado...
¡Dios! ¡Cuanto le he amado!

Con inmenso amor a mi Padre Salvador Valencia Gónzalez
Fallecido el 23 de Noviembre de 1996.Vicky E.Durán

miércoles, 17 de junio de 2009

Mi hermano mayor


Mi hermano mayor

Tú... mi hermano mayor, para mí simbolizas:
Historia... mi propia historia a tu lado
Hogar... donde hizo falta el abrazo del padre,
Amor fraterno... diáfano, profundo, eterno,
Hermanos... fuímos cuatro y sobrevivimos tres,
Juegos Infantiles... aquellos que ideábamos,
Madre... Ana María... un mismo regazo de amor,
Padre de crianza... distante en abrazo, a su manera nos amó.
Desventura... viviste de cerca la soledad de nuestra madre,
Ejemplo... siempre fuiste el ejemplo para nosotros,
Protección... al pedir recibir el castigo, protegiéndonos,
Unión... en el dolor y en la felicidad,
Travesuras... como aquel día que me cortaste una trenza,
Cuentos compartidos... al calor del fuego de la estufa de leña,
Noche estrellada... acostados en la noche a cielo abierto, fantaseando,
Formas en las nubes... por aqui un león y un barco más allá,
Papalotes... ingredientes: periódico, palillos, harina e hilo,
Dulces en el agua... haciendo nuestra agua de sabor,
Dulces del mezquite... chucata dulce y pegajosa,
Bombón quemado... en el fuego del hogar,
Elotes asados... directos de la milpa al paladar,
Leche bronca... ordeñando vacas y servida al café,
Naturaleza... a veces en calma, a veces violenta,
Aventuras... al recorrer lugares inhóspitos,
Trabajo duro... te admiro por el apoyo a nuestra madre,
Madurez a destiempo... soportaste tantas cosas, hubiese querido comprenderte,
Peligros... enfrentándonos día a día al vivir alejados de la civilización,
Ilusión... cuando me contaste aquella vez sobre tu primer amor,
El conejo en la luna... aquel que mi madre decía estaba comiendo una zanahoria,
Cercanía a lo salvaje... criando animales de diferentes especies,
Arar la tierra, sembrar y cosechar.... de sol a sol, tu piel tostada y lleno de sudor,
Nadar en arroyos... yo te veía grande, al poder zambullirte en el agua,
El guía en el campo... yo y Javier siempre te seguíamos, nos sentiamos seguros,
Experiencias nuevas... estuve ahí cuando por vez primera montaste un caballo,
Pobreza... sufrimos necesidades materiales pero el alimento no,
Gitanos... varios cambios de vivienda, de lugares, hasta hoy,
Fronteras... aprendimos desde niños ese significado,
Razas... primer contacto con personas de otro país,
Migración... vimos desde infantes la búsqueda de un mundo mejor,
Ternura... siempre he sentido por tí eso,
Espontaneidad... siempre diciendo lo que pensamos, somos iguales,
Sencillez... no hubo lujos, pero si apapachos de nuestra madre,
Vulnerabilidad... ante los díficiles momentos,
Libertad... para decidir que hacer en nuestra vida,
Complicidad... siento eso contigo, aún en el silencio,
Orgullo... siempre me he sentido orgullosa de tí,
Estudio... te admiro por esa capacidad que tienes de aprender,
Superación... poco a poco, has forjado tu destino,
Genialidad... eres un escultor de la madera,
Semejanza... en nuestros rasgos, en nuestra sonrisa de lado,
Dulzura... siento bonito al decir que eres mi hermano,
Hermosa sensación... al saber tantas cosas compartidas,
Compartir... Me has compartido tanto... hasta tus propios hijos que algunas veces los he sentido míos...
Ana Yadira, Isaí y Sarita... Gracias por dejar derramar mi amor maternal en ellos,
Chuyita... Gracias por darme la hermana que me faltó...
Abuelo... Eres un joven abuelo y gracias a tí, ya soy tía Abuela, de Abril Belén...
Juntos... a través del tiempo y de la distancia, seguimos unidos...
Y... aún habrá más que contar...
Te amo...con todo mi corazón y siempre podrás contar conmigo...
***

sábado, 13 de junio de 2009

A mi padre

A mi padre
***
Tengo de tí:
Rasgos físicos notables
el color de la piel,
rasgos de escritura similares
y acaso el romanticismo hecho poema.
***
Tengo de tí:
Tu sangre,
parte de tu historia,
una lejana imagen en mi memoria
y fotografías... muy pocas.
***
Tengo de tí:
Un amor contado por mi madre,
unas cartas perdidas en el tiempo,
tu presencia en momentos importantes
y una última sonrisa que atesoro.
***
Tengo de tí:
Tu apellido,
el pelo y los ojos negros,
el gusto por la poesía
y la búsqueda de un Dios misericordioso.
***
Tengo de tí:
La forma de sonreír de lado,
una firma en mi acta de nacimiento,
unos poemas por tí escritos
y de tus estudios... un certificado.
***
Siempre he añorado:
La caricia estando yo en el vientre
y ése: ¨te esperamos hija mía¨,
el cuento de hadas no contado
y el sentir el calor de tus manos en las mías.
***
El recuerdo de una sola vez en tus brazos,
un beso en una noche de fiebre e insomnio,
tu presencia en un festival escolar
o la caricia ante una desilusión.
***
El abrazo protector ante el miedo,
la palabra precisa ante una decisión,
el ánimo ante lo incierto
y los hurras y vivas por un éxito logrado.
***
Bailar ese vals de mis quince a tu lado,
el consejo paterno ante las dudas,
la autoridad amorosa en los desafíos
y el amparo en un momento de peligro.
***
El saber que me esperabas al llegar a casa,
el contar contigo por la vida,
el apapacho en los fracasos
y sentir tu calor en una noche fría.
***
No sabes como te añoré...
Cuando mi madre partió entre rosas y lágrimas,
y al caminar ante el altar el día de mi boda...
o ante la noticia que nunca podría ser madre
y que tu sangre ya no correría en mis descendientes.
***
Y sabes? Aún te amo y te espero...
no te guardo rencor... ése hace tiempo
lo guardé en un cajón y tiré la llave...
Hoy es tu cumpleaños, 20 de febrero...
pero no sé cuantos cumples... no tengo
bien la fecha de tu nacimiento...
No sé dónde naciste... como y cuando...
sólo tengo una parte de tu historia...
***
Entre lo que tengo de tí y lo que añoré y añoro,
hay mucha diferencia...
pero con lo que tengo me conformo...
¿ cuántos en el mundo no saben quien fue su padre o su madre ?
¿ cuántos no tienen ni una fotografía, ni siquiera una esperanza?
Aún te amo Padre... aún te espero...
No importa, es tu cumpleaños y quise recordarte a mi modo...
Agradecerte por existir
por darme la vida,
por darme a mis hermanos, los que conozco y los que no,
por estar conmigo cuando estuviste,
por contestar mis llamadas en la lejanía
y por ése: ¨¿cómo estás mijita chula?¨
***
Tu hija por siempre:
***
Vicky E.Durán
20 de Febrero del 2008

martes, 9 de junio de 2009

La chacha Micaila

La Chacha Micaila
Autor: Antonio Guzmán Aguilera
Declamado por: Don Manuel Bernal

Mi cantón, magresita del alma,
ya pa que lo quero,
si se jué la paloma del nido,
si me falta el calor de su cuerpo,
si ya sus canarios
de tiricia se han ido muriendo
si los capulines
ya no sueltan sus frutos del tiempo,
y las campanillas y las dormideras
se han caído tan recio
que cualquiera que va a visitarme
pisa sobre pétalos.
Y yo que la vide, dialtiro decaída
con los ojos negros
zambutidos en unas ojeras
cenizas, y aluego
los tales quejidos;
los tales mareos
que dizque eran vaídos
al decir del médico
¡ Algame la Virgen!
Yo nomás de acordarme, padezco
muncho escalofrío
y mi` hogo del pecho,
y se mi hacen las manos y pieses,
como los badajos de los timbres létricos.
¡Qué poco a poquito se me jué muriendo!
Tosía, tosía
y lloraba la probe en silencio.
-No llores, Micaila,
por toitos los santos del cielo,
decíale al verla llorando
y al decirlo, lloraba yo mesmo.
-Si te pondrás guena,
con los revoltijos que ti ha dado el médico
no sias disconfiada con las medecinas
que a mi me sanaron de aquel muermo.
¡Andale!, mi Chacha,
quero ver en tu rostro trigueño,
como dos tizones achispaos, tus lindos ojuelos
¡Ahi te ha traido
un rebozo de bola
mi compadre Chencho,
pa´ cuando te alivies
y en el cuaco trotón, en el prieto,
he pensado pa´ entonces que vayamos
los dos riales un sábado a verlo
¿Queres trigueñita?, y el domingo le entraremos
muy recio al mole
y a la barbacoa,
y a los asaderos.
y en cuanti qui Dios escurezca,
por el valle abajo
asegún se sigue la falda del cerro.
¡Micaila!, no llores
y le daba un beso,
Ella sonreía
un instante, pero
me miraba despues en silencio,
como si la sombra del presentimiento
le preñara los ojos de llanto,
que después derramaba en silencio.
El día de su muerte,
su rostro cenizo, me dio muncho miedo.
-¿Pos qué tienes, Chacha?
-No sé lo que tengo,
pero sé que me voy y es pa siempre
-Correré si quieres por el siñor médico,
¿queres, trigueñita?
-¿Ya pa que?, mejor tate aquí en sosiego,
quero hablarte por ultimo chacho,
antes de que me hoguen los remordimientos.
Asiéntate y oye. yo quise decírtelo
dende hace muchísimo tiempo
pero a la guena gueno, pos se me arrugaba,
¡Uno es mujer! Chacho, ¡Qué caray!,
y el miedo dizque no anda en burro,
pero ahora qué li hace, mi prieto,
si ya se te muere tu Chacha
qué se llegue a saber su secreto.
Hace unos seis años, siguro ¿recuerdas
que nos envitaron a los herraderos
los siñores amos?
-Vaya si mi acuerdo;
¿no jué aquel domingo
que salí cornao por un toro prieto,
cerca de las trancas, en el Rancho Verde
de`ñor Juan?
-El mesmo,
ya vide que si te acordates;
pos ahi tienes nomás qui al saberlo,
por la puerta falsa de la casa grande
me salí corriendo,
en las trancas jallé a don Antonio,
el hijo mayor de don Pedro,
que era por entonces alcalde del pueblo,
Pregúntele al punto
por ti, por tu herida, por tu paradero,
me dijo que en una camilla
te jalaron pa casa del médico
que si quería que me llevaba en ancas
en el punto mesmo;
aceté, ¡ qué caray!, no era cosa
de dejarte morir como un perro,
No nos vido naiden salir de las trancas
llegamos de un bote al potrero,
y a galope tendido trepamos
la cuesta del cerro,
y al bajar el barranco del Cristo,
tan jondo y tan negro,
don Antonio empezó con sus cosas,
con sus chicoleos;
que si yo era una rosa de mayo
que si eran mis ojos nocturnos luceros,
Yo a todo esto callaba, callaba; él se puso necio
me dijo que tú eras muy probe:
total un ranchero;
que él, en cambio, era dueño de hacienda
y de munchas talegas de pesos;
que ti abandonara
que nos juéramos pa México,
o pa los Uruapas o pa los Querétaros.
Yo me puse muy jira y le dije,
qui aunque probe, me daba mi prieto
pa presumir mucho
y andar diariamente con el zagalejo
muy lentejueliao
y cada semana con rebozo nuevo.
-Por si no no por amor, por la juerza,
me dijo rayando su penco,
y sin más me apretó la centura
y mi boca manchó con un beso,
Nunca lo jiciera, sentí que la sangre
cegaba mis ojos, y el furor mi seno;
saqué del arzón el machete,
y por las espaldas, lo jundí en su cuello.
Cayó hacia delante con un grito horrendo.
y rodó rebotando hasta el jondo
del desfiladero...
Naíden supo nada;
cuando lo jallaron todito disecho,
guiados por el puro jedor del barranco,
los jueces dijieron,
quesque jué un suicidio
por no sé qué amores y enredos,
Yo me estuve callada la boca
pero ahora, pos dime, ¿ya pa que, mi prieto?
Se quedó como estática; acaso
rezaba al morir, por el muerto,
La abracé llorando,
la besé en silencio,
y como una santa
que poco a poquito,
se me jué muriendo...
Mi jacal tá maldito...
si lo queres, pos ahi te lo dejo,
si te cuadra quémalo,
si se te hincha, véndelo;
yo mi güelvo a las filas, mi mamá,
a peliar por la patria mi güelvo;
si me quebra una bala, qué liace,
al cabo en el mundo,
pa los que sufrimos la muerte en el alma.
vivir o morir es lo mesmo.
Mi cantón magresita del alma
sin ella ¿ya pa que lo quero?



Antonio Guzmán Aguilera nació en San Miguel del Mezquital, hoy Miguel Auza, Zacatecas, México, el 21 de marzo de 1894 y falleció en la Ciudad de México el 5 de junio de 1958, cuando contaba con aproximadamente seis años de edad fue, con su familia, a vivir a la ciudad de Durango y seis años más tarde a la Ciudad de México, en donde murió su padre un par de años después.
En el año de 1920 inició su carrera como periodista al ingresar a El Universal Ilustrado como crítico de teatro, actividad que alternaba con las de escritor y compositor musical de teatro de revista.
Algunos años más adelante se incorporaría a la industria del cine como guionista, participando en películas tan importantes como Alla en el Rancho Grande, La mujer del puerto, además de otras de gran éxito, por ejemplo, La Llorona, Soy charro de Rancho Grande, Aguila o sol, Así se quiere en Jalisco, Soy charro de levita, entre muchas otras; también hizo un par de intentos como director de cine, primero co-dirigiendo Amapola del Camino al lado de Juan Bustillo Oro, y después en solitario, sin éxito, con La justicia de Pancho Villa (El gaucho Múgica).
*
Nota: Este fue uno de los poemas primeros que me tocó escuchar a temprana edad, marcandome un interés por esas lenguas indígenas y modismos mexicanos.
Vicky E.Durán


Nota: Para escuchar la declamación primero poner pausa al sonido principal de la página que se encuentra en la parte inferior de la misma.

jueves, 4 de junio de 2009

Herencias


Herencias

Agil para pensar,
pensante para actuar,
suspicaz en las mentiras
y mintiendo no sentir.
Inteligencia y timidez
tímida inteligencia bravía,
fuerte en la aceptación
aceptando esa fuerza interior…
Paciente para atacar
y al atacar entregarse,
Desnuda para caminar
y descalza para amar,
pisando las huellas marcadas
marcando cada paso hallado…
vistiendo solo lo necesario,
necesitando vestir el alma,
lloviéndote el cuerpo árido
y secándose la piel al viento…
danzando ante el fuego vivo
viviendo el fuego mismo,
pasión que quema como llama
y en las lenguas calientes se apaga,
india natural, indígena, aborigen
del yaqui vienes… ese es tu origen…
*
Vicky E.Durán
Junio 2009